El rol que las imágenes han jugado en la constitución del poder es innegable. En los últimos años, desde la historia del arte, los estudios culturales o la antropología visual, se han realizado estudios de envergadura, estudios que han pretendido explicar la razón histórica y social de quienes demandaban dichas obras y de aquellos que las consumían, fenómenos ambos que se modifican según las circunstancias. Más aún, estas imágenes –públicas o privadas- están en buena medida vinculadas a los fenómenos urbanos, a constituirse en parte de las ciudades imaginadas como centros de organización y dominio. Estas premisas animan el trabajo de la historiadora del arte ecuatoriano-irlandesa Alexandra Kennedy-Troya, dedicada desde hace años al estudio del arte, la visualidad en general y la arquitectura, durante los períodos barroco y republicano de los países andinos.
Docente en su país y en otras universidades de América y Europa, es investigadora, autora de un sin número de libros y artículos especializados publicados dentro y fuera de su país. Ha tenido una importante presencia en generar proyectos de gestión cultural vía la creación de una ong, la Fundación Paul Rivet en Cuenca (1987-1997) destinada al mejoramiento de vida de artistas y artesanos de las artes del fuego; la organización de archivos documentales como el del Convento de San Francisco en Quito o la Concepción en Cuenca; el inventario de piezas arqueológicas y artísticas como el proyecto del Museo de la Ciudad de Cuenca, 10.000 piezas de arqueología con un sistema de registro creado ad hoc. Ha realizado varias curadurías nacionales e internacionales y sus correspondientes catálogos; se destaca el último: Escenarios para una Patria. Paisajismo ecuatoriano entre 1850 y 1930, Museo de la Ciudad, Quito, 2008. Es miembro de varias organizaciones nacionales e internacionales.